lunes, 8 de noviembre de 2010

La Bella Y la Bestia Jean Cocteau






La Bella y la Bestia no necesita los efectos especiales digitales de hoy; todavía funciona perfectamente con sus maravillas de baja tecnología pero profundamente resonantes. Cocteau crea simples pero magníficos e inolvidables cuadros, desde un corredor con brazos sin cuerpo sujetando candelabros que explotan en llamas mientras pasas, a las lagrimas que ella derrama mientras llora sobre el destino de la Bestia para luego convertirse en diamantes, a la ascensión final de la Bella y el Príncipe Ardent. Que pude superar el poder de ensueño de la Bella deslizándose en cámara lenta, a través del castillo encantado, o la sombra desproporcionadamente grande de su padre empujando las puertas del castillo. Esta la magia indefinible de la escena en la casa solariega con grandes sabanas blancas secándose al sol, creando siluetas de un poder llamativo. (El equipo se paso semanas buscando por todos lados por sabanas sin parches, un lujo insólito para la Francia de posguerra).

Cocteau sabia que para que su película resonara por completo necesitaba alejarse de su fantasía poética, así que la salpica con varios momentos hilarantes. Tomen la escena donde las dos hermanas malvadas de la Bella, las que proveen muchos de los momentos cómicos de la película, están oliendo cebolla para que puedan pretender que están llorando desesperadamente por el regreso de la Bella con la Bestia (todo el tiempo complotando su venganza). Otro de los momentos cómicos es cuando las hermanas buscan en el espejo mágico y una se ve como una vieja bruja marchita, mientras que la otra se ve como un mono.

Cocteau trabajo estrechamente con el diseñador Christina Bérard y el cinematógrafo Henri Alekan para crear una imagen que es un amalgama entre lo barroco y lo surreal, en la cual brilla lo que el director llama “el suave destello de la vieja plata pulida a mano”. (Su éxito triunfante fue el haber podido filmar una película en 1945 bajo casi imposibles circunstancias, contando solo con excedentes de guerra de muy mala calidad para trabajar). Cocteau concienzudamente tomo como base las técnicas del pintor del siglo XVII Jan Vermeer (note las similitudes de luz, composición, y hasta el uso del espejo en la obra de Vermeer “La lección de música”, y como la Bella se compara con “La chica con aros de perlas”) y las fantasías densamente detalladas del ilustrador del siglo XIX Gustave Doré (su “Gato con Botas” es una clara inspiración para la Bestia). Para otras imágenes, se volcó hacia la rica vena del arte surrealista, incluyendo sus películas previas como director, el hito “Sangre de un poeta” (1930). A pesar de dichas influencias, el poeta devenido en director creo un trabajo visual único que ha definido la fantasía cinematográfica.

Técnicamente, y estéticamente, es asombroso como Cocteau arranco tanto interés visual de una película constituida casi enteramente de tomas medias. Una mirada de cerca revela como dinámica, hasta sutil y desequilibradamente están la mayoría de las composiciones. Durante varios de los momentos más importantes, Cocteau le hace primeros planos a objetos sin importancia (un candelabro por ejemplo) para bloquear nuestra vista, para hacer que nuestra imaginación llene los oscuros detalles. A lo largo de la película también hace uso evocativo de las sombras, tanto donde usted pueda esperarlas, en el misterioso dominio de la Bestia, como donde usted no las esperará. Esta cualidad visual se mezcla perfectamente con la compleja naturaleza emocional de la película.

En un nivel, La Bella y la Bestia es una perfecta, y en gran parte fiel, realización de un gran cuento de hadas, originalmente escrito en 1756 por la escritora francesa Jeanne-Marie Leprince de Beaumont mientras servia como institutriz en Escocia. Pero la película de Cocteau existe en muchos otros niveles, por lo cual todavía continúa atrayendo tanto a adultos como a niños. Ha habido muchas interpretaciones, incluyendo simbolismo, Jungiano y Freudiano, deconstruccionismo, y hasta lecturas homosexuales (Cocteau no solo fue un prominente autor, poeta, artista y director del Siglo XX, sino también un ícono gay). Todas esas lecturas ayudan a revelar las muchas, y hasta a veces contradictorias, visiones de Cocteau.

Como la mas simple y directa, la película pinta una lección moral tan fácilmente entendible por los chicos como por la mayoría de los críticos: Quien y que eres (tu verdadera naturaleza) importa mas que tu apariencia. O, como la Bella le dice a la Bestia, algunos hombres que son apuestos por fuera son verdaderos monstruos en su interior. Vemos esta idea embebida, de maneras complejas, por muchos de los personajes humanos, incluyendo las dos hermanas de la Bella, y hasta en menor medida, su hermano Ludovico. Pero el personaje mas ambiguo moralmente, y el que le da a la película una considerable profundidad emocional, es Avenant. El es, por supuesto, actuado por Jean Marais, quien también actúa como la Bestia, y al final, el Príncipe Ardent. Avenant es notablemente apuesto, muy seguro de si mismo, y muy energético, sin embargo Marais también muestra su lado oscuro, sutilmente en sus intentos de seducir a la Bella y en su fatal avaricia al final. Lo que forma la resonancia que tiene Avenant en la película llega en una de las líneas finales. La Bella le contesta la pregunta del Príncipe Ardent sobre si amo a Avenant hasta quedar sin aliento, ella responde “Oh, si!”. Como, y porque, puede nuestra heroína puede haberse enamorado de alguien como Avenant?. Este es otro de los misterios emocionales de la película, o al menos el que podría interesar mas a los adultos.

Uno de los más fascinantes, y viscerales, comentarios en esta película es su música. El compositor Philip Glass (cuyo trabajo incluye las operas Einstein en la Playa, Satyagraha, y El Viaje, y las partituras para las películas Koyaanisqatsi, Mishima, y Las Horas) arregló su partitura de acuerdo al guión de Cocteau para correr simultáneamente con la película. El audio original de la película, una partitura magistral de Georges Auric es una de las mejores del cine; y Cocteau sabia exactamente cuando usarla para crear un mayor efecto. Pero Glass uso sus ritmos sincronizados patentados y secuencias simétricas repetidas de acordes para crear una voz alterna inolvidable para la película. Distinto de Auric, la partitura de Glass revela subtextos oscuros y emocionalmente inquietantes, mas que un sentido de maravilla de un cuento de hadas.

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