martes, 9 de noviembre de 2010

El conde Yorga


Inédita en nuestro país en salas de cine, fue planeada en un principio como una película de corte erótico, la cual debería de haberse llamado The Loves of Count Iorga, Vampire! . Más tarde, se decido enfocarla como una película de terror tradicional, adecuando el título al definitivo Count Yorga, Vampire! , pese a que en los créditos que aparecen en el film conserve el primer nombre barajado.

En contra de lo esperado, y menos alguna escena fuera de lugar, residuo de la primigenia idea del film, como aquella en la que el conde ejerce de mirón de las relaciones lésbicas de dos de sus acólitas, y lo implícito en el hecho de que los vampiros del film solo ataquen a especimenes del género contrario, la pulsión sexual de la cinta no es mayor a la de otros títulos de la época, como puede serDrácula y las mellizas (Twins of Evil, 1971) de John Hough, si bien es cierto que sus responsables tuvieron que aligerar el metraje de escenas violentas y sexuales, e incluso, modificar la banda sonora para suavizar el impacto de determinadas escenas para evitar la calificación X o R, lo cual habría abocado la producción al circuito de cines “para adultos”, consiguiendo así el certificado PG-13 , o lo que es lo mismo, la autorización para mayores de 13 años (1). Irónicamente, su secuela no tendría igual fortuna y, aunque su erotismo y violencia gráfica sea menor en comparación, fue clasificada como Rated, es decir, recomendada para menores de 17 años acompañados de adultos.

Nada más comenzar la película, una voz en off nos habla de la naturaleza del vampiro, su posible existencia y lo que será el discurso sobre el cual girará todo el film, la idea de que tal vez lo que nosotros creemos supersticiones sean en realidad hechos reales.

El argumento planteado no es si no la enésima vuelta de tuerca a la trama clásica de las cintas de vampiros, con claras influencias del Drácula de Bram Stoker, tanto en el desarrollo de la historia, como del personaje principal, el Conde Yorga -magistralmente interpretado por Richard Quarry, quien supo combinar a la perfección las dotes de los dos Dráculas cinematográficos por excelencia, Bela Lugosi y Christopher Lee, tomando del primero todo el porte aristocrático y glamoroso, y del segundo la salvaje bestialidad, formando así un vampiro inolvidable, que durante un tiempo colocó a su interprete como futuro relevo de Lee -, siendo lo único novedoso la ambientación temporal en una época contemporánea a la fecha de realización del film. Es en este punto donde la cinta destaca, pues a diferencia de muchos productos realizados por aquellos mismos días, esta traslación no chirría y se hace totalmente plausible. Así, hay momentos en los que los personajes se plantean preguntas tan lógicas en el mundo moderno como la manera de justificar ante un juez el asesinato de Yorga aludiendo a su naturaleza de vampiro, o aquellas en las que los protagonistas contactan con la policía para denunciar la existencia de un chupa sangres, siendo tomados por chiflados.

Como he citado antes, el armazón de este Count Yorga, Vampire! guarda varias similitudes con el de la novela más famosa del irlandés Stoker; así, asistimos al desembarco del ataúd del Conde Yorga en el puerto de Los Ángeles procedente de un país de Europa del Este (Bulgaria), el cual se hospedará en una vieja mansión solitaria apartada del mundanal ruido. Éste se las arreglará para infiltrarse en el círculo personal de su Mina particular, no sin antes vampirizar a una amiga de ésta, tal y como ocurría en el texto literario con Lucy. Por otro lado, también tenemos a una especie de Van Helsing, en este caso llamado Dr. Hayes, un médico especializado en enfermedades sanguíneas, quien será el encargado de convencer a los novios de las trasuntas de Mina y Lucy de la auténtica condición de Yorga y quien, junto a ellos, se dirigirá a la morada del Conde para intentar acabar con él. Como vemos, no son pocos los puntos en común entre ambas obras.

Lamentablemente, los resultados no llegan a ser más positivos por culpa de la irregular realización de su director y guionista Bob Kelljan, -quien acabaría haciéndose un nombre en la televisión realizando capítulos para series tan populares como Los Ángeles de Charlie, Canción Triste de Hill Street, Starsky & Hutch (2), Wonder Woman o Fama– plagada de los modismos habituales de su tiempo, como el uso del zoom, abuso de planos con cámara al hombro, o incluso el rodaje a gran distancia con tele-objetivo de escenas en exteriores, dando la sensación de estar tomadas desde un vehículo aparcado, como si carecieran de los permisos oportunos. Esto, unido a la sucia fotografía empleada, mal iluminada, en ocasiones con mucho grano y plagada de imágenes desenfocadas, dan un aspecto un tanto desaliñado a la cinta, que, junto a errores de continuidad como los de la escena de la furgoneta, donde se intercalan imágenes en noche cerrada con otras en las que está amaneciendo, están a punto de tirar por la borda todos los logros conseguidos. Pero, pese a estos defectos, por otro lado totalmente perdonables si tenemos en cuenta la condición de película de serie B, con ramalazos de la más infecta serie Z, nos encontramos con una de las mejores, si no la mejor, de las puestas al día del mito vampírico que se dio en la primera mitad de los años 70, la cual tendría continuidad con The Return of Count Yorga.

EL RETORNO DEL NO-MUERTO

Tan solo un año esperaron los responsables de Count Yorga, Vampire! en estrenar la secuela de Ésta, quizás temerosos de que se olvidara el (moderado) éxito que aquella cosechó. Pero, como se suele decir, las prisas son siempre malas consejeras.

De este modo el fruto resultante, tremendamente influenciado por otros títulos terroríficos de la época como La noche de los muertos vivientes (The Night of the Living Dead, 1968) de George A. Romero, se muestra bastante inferior a los resultados conseguidos por su predecesora, a pesar de su magnífico primer tercio, el cual contiene dos de las escenas más potentes de la saga, como son la resurrección en el cementerio de la cohorte de zombis-vampiras de Yorga, y el ataque de éstas a la casa de Cynthia. Sin embargo, el resto de la película no es si no una especie de remake del anterior título (3) realizado con más medios, en donde se repiten de nuevo punto por punto los mismos esquemas argumentales de aquélla, final incluido (4), salvo ligeras variaciones, aunque con un ritmo más irregular, en parte por un cierto estancamiento narrativo hacia la mitad de la cinta, en la que de nuevo se vuelven a retomar algunos temas ya apuntados en la primera.

Es en este último punto donde hallamos quizás lo más destacado del título que nos ocupa, y es que, si ya en la anterior se desprendía cierta reflexión sobre el mito vampírico, en este caso es más acentuada, aunque de nuevo poco consistente. Así, volvemos a presenciar el atrayente debate sobre la superior inteligencia del vampiro acumulada con el devenir de los siglos, la incredulidad hacia la naturaleza de éste, representada por los dos inspectores de policía, quienes a su vez ponen la nota cómica de la función, guiños a Drácula o Nosferatu en el plano en el que Quarry succiona de la herida de Cynthia, o algunos momentos paródicos como la secuencia en la que el conde Yorga aparece absorto viendo una película de vampiros por la televisión (5), o la escena del baile de disfraces, que a su vez fue homenajeada en Madhouse [tv: Casa de locos, 1973] de James Clark, en la cual Richard Quarry aparecía en otra fiesta de similares características vestido de idéntica manera a la del personaje que le diera la popularidad. Aparte, también encontramos lugar para una crítica a la superficialidad de la Iglesia, en el momento en el cual el sacerdote va a distraer a Yorga para que el novio de Cynthia, junto a los policías, puedan colarse en su mansión, totalmente convencido de la verdadera personalidad de éste, para acto seguido y después de conocer la generosa donación que piensa hacer al internado, le confiese las sospechas sobre su verdadera personalidad.

The Return of Count Yorga de nuevo contó con la dirección de un Bob Kelljan algo más inspirado y contenido que en la anterior entrega, que incluso es capaz de regalarnos alguna puesta de escena tan brillante como el momento en que el niño que actúa bajo el poder del Conde le pide a las futuras víctimas de éste quedarse a dormir en su casa, mientras vemos al vampiro pasearse en segundo término. A su vez, también volvió a firmar el guión, en esta ocasión a medias con la actriz Yvonn Wilder, quien a su vez interpreta el papel de la muda Jennifer, repleto de diálogos ingeniosos que juegan con la condición de no muerto del protagonista, en el cual también encontramos alguna idea tan interesante como la de asociar la llegada del vampiro al fenómeno meteorológico conocido como “los vientos de Santa Ana”, asimismo llamado como “los vientos de Satanás”.

En el apartado actoral de nuevo repite Roger Perry, que, pese a cambiar de personaje, otro médico, en esta ocasión psiquiatra, vuelve a encarnar el mismo rol de némesis de Yorga, Richard Quarry como un enamoradizo e irónico vampiro, dotando esta vez de mayor personalidad a su rol, incluyendo un identificativo modo de ataque, esto es, corriendo con los brazos extendidos y la boca abierta mostrando los colmillos y vociferando una especie de silbido que, si bien ya aparecía en la anterior entrega, aquí está más presente, y Edward Walsh como el deforme siervo de éste. El resto del grueso del reparto lo componen actores procedentes de la televisión como Mariette Hartley, suponiendo el debut en la gran pantalla de Craig T. Nelson, actor, director, productor y guionista, al cual los aficionados al fantástico recordarán por su papel como Steve Freeling, el padre de la niña protagonista de la saga de Poltergeist.

Aunque durante algunos años se planteó la posibilidad de una nueva entrega, esta finalmente no llego a materializarse, corriéndose el rumor de que el guión escrito para esta hipotética tercera parte habría sido readaptado para Scream, Bracula, Scream [vd: Drácula negro; tv: El retorno de Blacula, 1973], secuela de Drácula negro (Blacula, 1972) de William Crain, la cual acabaría dirigiendo Bob Kelljan, a su vez, como ya hemos visto, artífice y realizador de la saga que nos ocupa, poniéndose de este modo punto final a las peripecias del Conde Yorga, las cuales, a pesar de sus limitaciones, y de ser “hijas de su tiempo”, son dos muestras nada desdeñables de cine de terror setentero, que con el tiempo incluso se han labrado un pequeño nombre, teniendo un estatus de títulos de culto en determinados círculos de aficionados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario