domingo, 7 de noviembre de 2010

El hombre lobo remake

Con la enésima aparición en cines de la mítica figura del hombre lobo, desde los estudios de la Universal se busca unreboot total y absoluto, ajeno a todas las revisiones, ampliaciones y violaciones que la licantropía ha ido recibiendo de manera continuada en pantalla, y solamente basado (o más bien inspirado) en el guión de Curt Siodmak que dio origen a "El hombre lobo" de 1941. Intenciones que parecen confirmarse con el marco en que se sitúa la acción de esta nueva aproximación, dirigida por Joe Johnston, de finales del siglo XIX. Es entonces cuando Lawrence Talbot recibe una carta de su cuñada informándole de la desaparición de su hermano, Ben, motivo que hace regresar al primero a su ciudad de origen sólo para encontrarse con su padre, Sir John Talbot, y recibir la información de que ha llegado tarde: Ben ha fallecido brutalmente. La investigación de Lawrence lo lleva a un campamento de gitanos, donde la mística Maleva le informa de cierta maldición momentos antes del ataque de una bestia enorme que irremediablemente acaba atacándole e hiriéndole de gravedad. Eso sólo puede significar una cosa: la maldición ha caído sobre él.
Con un estreno pospuesto una y otra vez y habiendo sufrido mil y un retoques y nuevos montajes, "El hombre lobo" ve la luz en el peor momento no sólo porque el fenómeno "Avatar" sigue en plena forma, sino porque tal vez debería haberse quedado en el estudio una temporada más con tal de recibir una ulterior remodelación, pues su versión final adolece en exceso de todos y cada uno de los problemas que su producción ha conllevado.


El primero de ellos, por supuesto, se desprende de un desarrollo sumamente atragantado, que a trompicones va presentando un entramado más bien demencial y carente de interés. Además, durante la primera mitad de la película se hace palpable cierta dispersión que busca complicar innecesariamente su simple argumento, con la introducción de fugaces ensoñaciones, apariciones fantasmagóricas (en busca de sustos tan poco logrados como gratuitos) y una supuesta evolución de los vínculos relacionales establecidos entre padre, hijo y viuda que brilla por su apatía y rigidez. En conjunto, parece que se esté poniendo demasiado esfuerzo en dotar a la producción de una mayor trascendencia con la que embelesar al público y ocultar su simplicidad, resultando por contra un envoltorio acartonado que le resta toda la naturalidad festiva y trivial por la que se debería haber apostado con semejante remake. De hecho, es justamente cuando Johnston descubre su vena más cafre que "El hombre lobo" se desatasca y mejor funciona, y me refiero claro al ataque en el campamento gitano (o al escueto primer arañazo del prólogo).
Afortunadamente ese es el espíritu desde la mitad en adelante, que es cuando Benicio del Toro pasa más tiempo disfrazado y donde, sin olvidar su total falta de sentido, la película se concentra más en la acción olvidando embalsamados argumentales de pacotilla.
Ahora bien, el fallo que apuntábamos al principio aquí no tarda en revertirse, produciendo una excesiva precipitación de acontecimientos que confluye en un clímax demasiado veloz para saborearlo como es debido.


Por otra parte, el incremento de la acción significa un mayor empleo de efectos especiales, y aquí vuelve a notarse tanto tiempo entre bastidores. Y es que salvo en las logradas mutaciones del personaje de Del Toro,
el apartado digital canta desde el primer momento (el hortera oso de los gitanos), haciendo que la teórica superproducción acabe recordando en exceso a productos televisivos, al palidecer incluso si se la compara a films de la generación pasada como alguna de las entregas de Narnia, sin ir más lejos. Ahora bien, generalmente toda escena de acción viene acompañada de generosos chorretones de sangre (de esa brillante y digital, pero sangre al fin y al cabo), lo cual se agradece porque ahonda un poco más en su condición de divertimento burro y algo guarrete. Tampoco debe pasarse por alto el acertado mix entre tales secuencias a base de CGI de (pen)última generación y cierto estilo old fashioned con que Johnston rueda algunos momentos, cuyo resultado lleva a un curioso anacronismo, digno de agradecimiento, engordado con sus numerosos sinsentidos argumentales, que si no se toman demasiado en serio podrían evocar al espíritu naif de las primeras producciones del género.
Ahora bien, que nadie piense que esto indulta a su director. De todo lo comentado hasta ahora, lo que más llama la atención es la total falta de intención creativa del creador de "Jumanji", con el piloto automático enchufado desde el primer minuto y sin ninguna intención de tomar el mínimo riesgo creativo. Su trabajo tras las cámaras es tan impersonal que la película resultante bien podría haberse dirigido sola vía programa informático, pues no hay un solo plano que quede en la memoria tras su visionado.

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