
Un niño de diez años y Robby the robot deben formar equipo
un oscuro pasadizo repleto de malos recuerdos.... y obras olvidadas...
Una noche de tormenta, un autobús tiene un accidente y golpea contra un tendido eléctrico, muriendo todos los pasajeros salvo uno, que queda por completo inmune, y que casualmente trabajaba en una feria como Dynamo Dan, resistiendo embates eléctricos. Un científico experto en electricidad decide contratarlo para estudiar su inmunidad, pero el socio de aquél tiene otras intenciones.
Ficha Técnica
Comentario
“El hombre que fabricaba monstruos” ha pasado a la historia como una discreta pero lustrosa joya de ciencia ficción terrorífica de los primeros años cuarenta, dentro de ese asombroso ciclo de películas producida por la Universal (la saga de “El Hombre Invisible”, el ciclo de “La Momia”, “Drácula”, “Frankenstein”, etc…) que inundaron por aquellos años las salas de cine aprovechando el auge comercial del género de terror, aunque en realidad, como es el caso, se acercan más al cine de ciencia-ficción.
Está brillantemente dirigida por George Waggner y protagonizada por el infravalorado Lon Chaney Jr., que poco después realizarían (ambos) la magistral “El Hombre Lobo” (“The Wolf Man”, 1941). A mí personalmente me gusta mucho esta película. Por ello os dejo la review que Carlos Díaz Maroto, de www.pasadizo.com hace del film, que lo borda a la hora de analizarlo. Dice así:
“…El filme ofrece un guión del propio Waggner (con seudónimo) conciso y bien planteado, que desarrolla en imágenes con una enorme elegancia y fuerza. Dada la época, la censura no permitía exhibiciones de violencia desatada, por lo cual muchos de los momentos son ofrecidos de manera elíptica. Ello provoca que la agudeza se dispare, como es en la magistral escena de la ejecución en la silla eléctrica, narrada primero por medio de sombras, y después por las reacciones que provoca en otras personas, inclusive en aquellas que no están presentes en el acto, como son los encargados del fluido eléctrico, que desde su sala miran atónitos cómo los diales se disparan una y otra vez. Destacan también los planos de Lionel Atwill como el científico loco en los cuales redacta en su diario los avances de sus experimentos, planos que muestran al actor saturado de sombras que semejan la telaraña de iniquidad que el personaje va forjando. La película es una obra sin aspavientos ni grandilocuencias, con una narración calma pero irreductible que conduce a un destino aciago de forma directa.
Gran parte del mérito de la película estriba en el subvalorado Lon Chaney Jr., que compone un personaje muy creíble que va involucrándose en los sucesos de manera paulatina. Cuando lo conocemos en el hospital, y después en casa del profesor Lawrence, es un hombre vital y entusiasta, muy alegre y amable, que juega sin parar con el perro de la familia; una vez el malvado doctor Rigas lo tiene bajo su poder, se ofrece como un ser apagado y triste, melancólico, sometido por una fuerza superior, sin ánimos para rebelarse, salvo en la magnífica escena de la encuesta en los juzgados, cuando tiene un conato de rebeldía y muestra su furia contenida durante un leve instante; al final, una vez acontecida la ejecución, Dynamo Dan aparece como un monstruo vengativo, al que domina sólo la furia por buscar la venganza en aquel que lo convirtió en una bestia eléctrica. Fue el primer papel protagonista de Chaney (pese a que en los créditos aparezca el segundo, por debajo del estupendo Lionel Atwill), y el que le condujo al papel de Larry Talbot en El hombre lobo ese mismo añó. Chaney ya había mostrado sus posibilidades como actor, con todo, en la maravillosa “Of Mice and Men” (“De ratones y hombres”, 1939), de Lewis Milestone.
Los efectos especiales, una vez más, son debidos a los dos grandes genios de la Universal, Jack P. Pierce a cargo de los maquillajes y John P. Fulton con los efectos visuales. El primero aplica un aderezo a Lon Chaney que paulatinamente va mostrando los signos de la degradación física de su personaje, con sombras en el rostro acrecentadas por la palidez; Fulton, por su parte, aplica sobre rostro y manos del actor un efecto eléctrico de destello constante, otorgando una intensidad anonadante a las imágenes. El personaje de Dynamo Dan, así, semeja un precedente inequívoco de los archivillanos de los cómics Marvel, en diseño y espíritu, entre los que podríamos destacar a Electro, némesis de Spider-Man que ofrece los mismos poderes, casi, que la presente creación.
En su concisión de una escasa hora, El hombre que fabricaba monstruos es una agradecida, sencilla y directa obra de evasión, una muestra de ciencia ficción primitiva humilde pero sólida que brinda mayor satisfacción que muchas filigranas colmadas de efectos especiales costosos con que hoy en día se nos inunda. Regresar a la sencillez tiene su compensación.”
Un científico (Boris Karloff) injerta en el cuerpo de un profesor muerto (Stanley Ridges) el cerebro vivo de un gángster que acaba de morir; el profesor vuelve a la vida, pero cada tanto tiene atisbos de otra personalidad.
Comentario
En la triste y mediocre carrera de Arthur Lubin, jalonada por las entregas de la serie de la “Mula Francis”, sólo merecen recordarse la segunda versión de “El Fantasma de la Ópera” (con Claude Rains y suntuosos colorines) y esta “Black Friday” en la que se hace patente la mano maestra del guionista, Curt Siodmak. En este caso, el menor de los Siodmak adaptó libremente el tema de una de sus más célebres novelas de ciencia ficción. “Donovan Brain”, que posteriormente sería llevada a la pantalla en dos ocasiones. En el transcurso de un tiroteo callejero, Kingsley, un profesor de universidad, y un gangster, Red Cannon, son gravemente heridos. Sovac, un médico amigo del primero, intenta salvarle mediante el trasplante de una parte del cerebro del gangster, que inevitablemente muere. La memoria y la personalidad del bandido, en la que se guarda celosamente el paradero de un botín sustraído a Marnay, un matón rival, suplantan las del pacífico profesor quien se transforma en un criminal. Horas antes de ser condenado a la silla eléctrica, Sovac relata en su diario las circunstancias que le llevaron a eliminar al que fuera su amigo. Lo que debiera haber sido otro de los
interesantes encuentros entre Boris Karloff y Bela Lugosi, dos pesos pesados a la hora de hablar de cine fantástico, se convirtió en un mano a mano Karloff-Ridley, ya que éstos encarnaron finalmente al doctor y su paciente. En un primer momento Lugosi debía interpretar a este ultimo, e incluso llegó a rodar algunas escenas que fueron desechadas, pero disensiones con el director le relegaron al pequeño papel de Marnay, el gangster rival. Pese a todo, el productor quiso capitalizar la presencia de Lugosi y organizó una verdadera sesión de hipnotismo en el set de rodaje para ofrecer carnaza a la prensa. Fue en vano, el misterio brilla por su ausencia en una cinta que debe más al género policiaco que a la ciencia ficción. "Plan 9" te invita a un transplante de cerebro.
![]() A Larry le sienta mal la luna llena | ![]() A punto de llevarse un buen susto |
El joven Akira descubre que el planeta Icarus se encuentra en trayectoria de colisión contra la Tierra. Pero antes de que pueda notificar la noticia, es secuestrado por un grupo de agentes del gobierno, quienes lo llevan hasta las instalaciones secretas del Dr. Yamatone en los Alpes japoneses. Allí Yamatone le dice que Akira debe ayudarlos a encontrar un diamante especial - el que le daría la potencia necesaria al rayo construído por el Dr. Pearl e imprescindible para destruir a Icarus -. Al recibir una llamada de auxilio procedente de uno de los equipos de Yamatone, Akira, el doctor y el resto los miembros salen a investigarla. La señal los lleva a una extraña isla en medio del océano, en donde encuentran muertos a los integrantes del grupo de exploración. Pero se cruzan con Nazo, un criminal alienígena que está decidido a destruir la Tierra - él provocó el desvío de Icarus de su órbita - e intenta detener los planes de construcción del rayo destructor. Tras el asedio de los ataques de las fuerzas de Nazo, el equipo termina refugiándose en unas antiguas ruinas, sólo para descubrir un antiguo sarcófago que data de hace 10.000 años. Al retirar el enorme diamante que tiene el cuerpo, la joven Emily revive accidentalmente a un antiquísimo guerrero atlante llamado Ogon Batto. Batto es un ser superpoderoso que promete ayudarlos, y es el único capaz de derrotar a Nazo antes de que éste logre destruir al planeta.
Director: Hajime Sato / Guión: Yoshimitsu Banno, basado en el personaje creado por Takeo Nagamatsu / Fotografía: Yoshikazu Yamasawa / Música: Shunsuke Kikuchi / Intérpretes: Sonny Chiba (Dr. Yamatone), Osamu Kobayashi (Fantasmagórico), Wataru Yamagawa (Akira Kazahaya), Chako van Leeuwen (Naomi Akiyama), Emily Takami (Emily Paird), Andrew Hughes (Dr. Pearl), Hirohisa Nakata (Shimizu), Kôsaku Okano (Nakamura), Koji Sekiyama (Nazo), Yoichi Numata (Keloid), Keiichi Kitagawa (Jackal), Keiko Kuni (Piranha),... / Nacionalidad y año: Japón 1966 / Duración y datos técnicos: 73 min. B/N. 2.35 : 1 (V.O.S.E.)
Comentario
“Ogon Batto” (“Fantasmagórico”) es el primer superhéroe japonés, y data de 1930. El origen del personaje no es muy claro; algunos indican que apareció en novelas antes de ser trasladado al manga, y otros dicen que surgió primero en los “kamishibai”, una especie de espectáculo teatral intinerante en donde se proyectaban imágenes y la historia era contada por un narrador. El personaje resultó ser muy popular, sobreviviendo incluso a la Segunda Guerra Mundial, y en los sesentas tendría un gran revival. La Toei produciría esta versión en vivo, tras lo cual vendría la serie animada de 52 capítulos que se emitirían entre 1967 y 1968. Algunos historiadores indican que la posible influencia creativa pudo haber sido un personaje similar desarrollado en uno de sus cuentos por Robert E. Howard (el creador de Conan). Pero muchos de los documentos que podrían haber servido para respaldar la mayor parte de dichas teorías desaparecieron durante el conflicto bélico.
Es difícil describir la calidad de esta versión con actores. En sí la trama es un delirio y la ejecución es pobrísima, pero es tan gloriosamente ridícula que uno no puede evitar reírse a mandíbula partida durante todo el tiempo. Es una película tan mala que termina siendo buena. Comenzando por el superhéroe del título, que parece vestido como un mago de Las Vegas y tiene una máscara inexpresiva a la cual le faltan dos dientes; siguiendo por el villano de la trama, que es una bolsa de plástico con dos nuditos en las puntas (para simular las orejas) y cuyos ojos son dos pares de faros de moto. Si de por sí Nazo no fuera suficientemente ridículo, tiene una pinza enorme como mano, y en la otra tiene un guante de látex tres tallas más grandes. Debe figurar como el villano cinematográfico más patético de la historia.
Toda la historia tiene un entusiasmo juvenil que sólo los japoneses pueden inventar. Lógica cero, héroes incompetentes, villanos inútiles (que se lanzan de manera suicida contra los rayos que disparan los buenos), cambio de locaciones todo el tiempo, efectos especiales bizarros. Al menos “Ogon Batto” hace las cosas como corresponde, ya que es indestructible y aparece cuando está todo que arde. En el medio hay delirios de todo tipo, como el sarcófago egipcio encontrado en los restos de la Atlántida (por que los egipcios en realidad eran descendientes de los atlantes, ¿no lo sabían?), navecitas patéticas copiadas de los “Thunderbirds”, trajes plateados, personajes clonados por los villanos para infiltrarse en el cuartel de los buenos,y niveles siderales de sobreactuación. En cada aparición “Ogon Batto” se ríe con una carcajada diabólica, como si se hubiera fumado alguna sustancia estupefaciente. Con su cetro (sí, porque el tipo tiene un bastón muy cool) dispara rayos y vuela. Porque los atlantes volaban, ¿o también desconocíais ese dato?
Es imposible aburrirse con “El Murciélago Dorado”. Hajime Sato le pone tanta energía y ritmo que no decae casi nunca, exceptuando al último tercio del filme en donde “Ogon Batto” está ausente la mayor parte del tiempo (¡y uno lo extraña!). Por el resto, es rutina propia de las series Ultra de Eiji Tsuburaya, sólo que el personaje fue creado treinta años antes: hay otro equipo secreto de ultratecnología que debe combatir una amenaza espacial y que termina siendo salvado sobre la hora por un superhéroe alienígena. Aquí es la joven Emily la que posee un broche dorado con forma de murciélago y que utiliza para invocar a “Ogon Batto”.
Les recomiendo de todo corazón El Murciélago Dorado. Es una figurita difícil de conseguir pero vale la pena. Es un show camp absolutamente sin desperdicio.
Comentario
Primero de los filmes sobre gigantescos monstruos antediluvianos que se rodaron durante los 50, “El monstruo de tiempos remotos” marcaría la pauta para casi todas las producciones similares que le siguieron. Basado en el relato “The Fog Horn” de Ray Bradbury, publicado en el Saturday Evening Post, el film también serviría como debut (además de para su director Lourié) para el gran animador y técnico en efectos visuales Ray Harryhausen. Por lo demás, el guión acusa una excesiva dispersión narrativa, abundando en tiempos muertos que entorpecen sobremanera el discurrir del relato, si bien tal defecto rítmico queda soslayado un tanto gracias al buen hacer interpretativo de Paul Christian y Cecil Kellaway (no tanto de Paula Raymond) y lo eficazmente atmosférico tanto de la puesta en escena de Lourié como de la fotografía de Jack Rusell, aparte de los efectos del maestro Harryhausen, por supuesto.
Con menos de 200.000 dótares de presupuesto, la película conseguiría alrededor de 5 millones de recaudación. Alisando así el camino, al menos financieramente, a cuantas “monster movies” fueron apareciendo durante el resto de la década.
Entre las posteriores obras de Lourié hay dos nuevas Incursiones en el filón descubierto a raíz de su primera peIícula (y que los japoneses explotarían a conciencia): “Behemoth, the sea Monster” (1958) Y “Gorgo” (1961). Ambos filmes muestran el paulatino deterioro de una fórmula con una cada vez menor capacidad de sorpresa, pese a su potencial innato para obtener imágenes contundentes y estremecedoras a ojos infantiles. Algo diferente resultaría, sin embargo, “The Colossus Of New York” (1958), film en el que cambió la consabida criatura prehistórica por un enorme robot con el cerebro de un muchacho fallecido, cristalizando en un trasunto “catastrófico” de Frankenstein con elementos de comic book que el propio Lourié consideraría lo menos destacable de su carrera. Monstruos prehistóricos “Plan 9”.