
En un observatorio astronómico es localizado algo misterioso en el espacio, que al principio es confundido con una lluvia de meteoritos. Se trata de un planeta errante que ha entrado en el
un oscuro pasadizo repleto de malos recuerdos.... y obras olvidadas...
El profeta televisivo Criswell nos habla desde una cripta, y nos va a revelar una historia shockeante que la humanidad desconoce. Nos cuenta que los alienígenas han observado al planeta y han concluído que los terrícolas representan una amenaza para el universo, por lo que lanzan el Plan 9 para la destrucción total de la Tierra, reviviendo a los muertos y lanzándolos a luchar contra los humanos.
En vista de ese panorama, era bastante fácil (relativamente) entablar un proyecto cinematográfico, obtener inversores y conseguir ganancias con casi cualquier tipo de film. Hablando específicamente de la ciencia ficción, la década vería obras clásicas como La Guerra de Los Mundos hasta bazofias como Robot Monster. A lo que apuntamos es que cualquier emprendimiento podía obtener dividendos, e incluso gente totalmente incapaz podía hacer carrera y continuar filmando aunque sus películas fueran espantosas.
Es en este contexto donde aparece Edward D. Wood Junior, más conocido como Ed Wood. La historia de Wood es tan bizarra como sus películas, y todos la hemos conocido en parte gracias al film homenaje de Tim Burton de 1994, pero ciertamente Wood era un personaje de culto desde mucho antes. Drogadicto, alcohólico, de sexualidad no muy definida, fetichista, delirante y rodeado de un troupe de personajes bizarros en la vida real, cuya vida bien podría definirse como una obra de John Waters en vivo y directo. La fama de Wood comienza en 1980, cuando en los premios Golden Turkey se elige por votación unánime a Plan 9 del Espacio Exterior como el peor film de todos los tiempos. Pronto la gente comenzaría a desenterrar esta rareza de un director desconocido como Wood, y se llevaría una (grata) sorpresa, por lo que se iniciaría todo un movimiento espontáneo y un boca a boca increíble que llevaría a la demanda de más filmes de la carrera de Wood, promoviendo que incluso obras nunca estrenadas vieran la luz y obtuvieran salida a video. Esto es lo que se dice, un verdadero movimiento de culto.
Ed Wood no es el peor director de la historia, ni Plan 9 del Espacio Exterior la peor película. Para ejemplos de cine malo está King Kong Vive, Krull, o buena parte de la cinematografía de Charles Band (por citar algunos casos). Son filmes aburridos, chocantes o ridículos que resultan imposibles terminar de ver. Por el contrario, Plan 9 del Espacio Exterior y otros filmes de Wood son un placer culpable, ya que son deliciosamente absurdos y totalmente entretenidos. El nivel de error e idiotez es tan grande, que es imposible no reírse a carcajadas.
La novedad aquí es que se borra de un plumazo todos los filmes intermedios, tomando sólo a Godzilla 1954como punto de partida (algo que sería bastante común tanto en la serie Heisei como en la Millenium). Y la otra novedad es que se trata de un film de Godzilla completamente realista... dentro de lo que se puede considerar como tal en el género. Es un regreso a las raíces que había montado Ishiro Honda treinta años atrás, en donde Godzilla no pelea contra ningún otro monstruo y se transforma en una fuerza de destrucción imparable. Son los japoneses vs Godzilla, pero intentando de que el libreto tenga los pies en la tierra. A lo sumo la aparición de los tanques laser (como The Mysterians) y el estreno del Super X - la fortaleza voladora creada para combatir a Godzilla - son los únicos detalles de ciencia ficción que tiene la historia.
Aquí hay un problema de buenas intenciones, libreto mas o menos y director algo chato. Por más que Hashimoto intente sintonizar a Ishiro Honda en Godzilla 1954, no lo logra. Por suerte no hay comic relief, pero estos personajes no son tridimensionales. Tampoco hay demasiado sentido de la tragedia, y todo el peso dramático cargado a la historia queda algo diluído. El problema es que el guión plantea algunos temas interesantes - Godzilla como una maldición del pasado que se presenta de manera recurrente a los japoneses; el debate sobre el uso de armas nucleares sobre territorio japonés por primera vez después de la Segunda Guerra Mundial; la conspiración soviética para cobrárselas a Godzilla, disparando sus misiles aún sin aprobación del gobierno nipón; la gran G como bomba atómica ambulante, condenada a arrasar la Tierra por toda la eternidad - que, así como vienen, se van. No están mal esas escenas, pero Shusuke Kaneko (o cualquier otro director destacado de la saga) podría haber hecho maravillas y hundido el cuchillo hasta el hueso, pero Koji Hashimoto es muy tibio en tal sentido.
Donde el film se redime - como suelen hacer las películas de Godzilla - es en el largo clímax. Los efectos especiales son algo mejores que las entregas anteriores y el traje del monstruo es un poco menos ridículo. Pero la sucesión de escenas que roda Hashimoto es realmente muy buena - el ataque del Super X, los científicos que han dado con la solución para detener al monstruo y que están atrapados en el edificio por el mismo Godzilla, el lanzamiento accidental del misil soviético, la destrucción masiva que provoca la gran G en Tokio -, que logran una excelente tensión y compensan de sobra la ausencia de otro monstruo para lidiar con la estrella de la Toho. Incluso el director revive un par de secuencias del filme original, como Godzilla atacando a un tren, sólo que ahora se trata de un tren bala.
Es un intento respetable de darle un perfil serio a la saga en los años 80. Lo que se ha perdido es todo el sentido de alegoría; y las intenciones de compensarla con una subtrama acerca de las tensiones de la Guerra Fria de aquel entonces no terminan por compensar. Es una muy buena entrada en la serie que podría haber sido un clásico si los creativos hubieran dispuesto de más talento para plasmarla. Pero así como está es entretenida, con un par de puntos destacables y buenas escenas de acción, aunque no sea de las entregas más memorables de toda la saga.